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Carta de una Kekka a sus amigas camareras

  • Foto del escritor: Angel Burbano
    Angel Burbano
  • 21 nov 2023
  • 5 Min. de lectura

Avrei voluto salutarvi, ma questo mi abrebbe distrutto. Queste parole sono per voi… arrivederci cari amici miei…




Escribo este relato con mi mano izquierda, o con una mano atada al cuerpo, con el tiempo que tengo antes de que la luz moleste a los demás integrantes de la monocámara. Mientras duermo junto a mi madre cansada. Mientras cuido ancianos… mientras hablo español, ahora un idioma místico y secreto, en una noche de verano Romana.


La primera vez que las vi, atravesé un inmenso garaje con carros de lujo detrás del Vaticano, una red de tuberías cubiertas de hollín, nunca las imaginaría ahí, sentadas, fumando y riendo entre las cajas de vino y prosecco. Después fuimos juntas a fregar duchas, a recoger cabellos de los inodoros, botamos la basura, tendimos las camas… me enseñaron a levantar un hotel de cinque stelle que cuesta mil euros la noche, solo con sus manos… me enseñaron a ser una artista.


Estuve por salir del hotel, porque mis fuerzas no daban para más. Ma prima sono stata scesa al terso piano da Alina.


Sentía que los tendones se me arrancaban de los huesos y eran tan fuertes los dolores que me habría removido la aponeurosis con los dientes para acariciarme el músculo. Se me agrietaban las rodillas, se perdía la sensibilidad de mis manos con el uso diario de los químicos y el agua hirviendo con la que se limpian los cristales.


¿Dónde mierda fui a parar?


Estaba en la maravillosa Villa Agripina, hogar otrora de la emperatriz Agripina, la mayor, esposa de Claudio y madre de Nerón. Lugar en el siglo I de numerosos banquetes y encuentros sexuales romanos. Ahora, bueno, ahora sigue siendo un lugar de numerosos banquetes y encuentros sexuales de las élites europeas y estadounidenses, aunque alguna vez vi un presidente suramericano, pero ese será tema de otro relato.



Villa Agripina, fuente: centraldereservas.com


¿Qué hacía una marica andina en la villa Agripina?


-Limpieza


Comunque… la maravillosa Villa Agripina, había conservado su espíritu Romano antiguo. Sus pasillos largos y estrechos, con lámparas, como antorchas en las 116 cámaras en también sus fantasmas, especialmente en la 504 dónde se caen las cosas.


Y estas 116 cámaras eran limpiadas por 7 camareras y una Kekka. Son limpiadas día tras día en un esfuerzo monumental por mantener todo un resort de lujo a la altura de sus visitantes, algunos fueron presidentes y uno que otro político italiano, también muchas familias ricas…


El precio es muy alto. Por ejemplo, Vicky tiene dos placas de platino en su espalada, Karen y Camilla tienen anemia, por la mala alimentación, Ody ha perdido completamente el movimiento de pinza en sus manos, Alina perdió el líquido sinovial de su rodilla derecha. Somos las hormigas de una gran fortaleza inmaculada, reluciente, blanca, el acciaio, el cristal, la cerámica.


Quiero agradecerte Ali, por enseñarme que el vapor de agua, es solo vapor de agua. No se limpia no se seca, sino que desaparece. Entonces pude con las monstruosas villas de extra-lujo, me pavoneaba de una estancia a la otra, 610, 608, 615, me sentía como una limpiadora glamurosa. Por lo menos hasta que la glucosa se acabara en mis arterias, entonces comenzaba a arrastrarme hasta finalizar el día.





Marguerite Yourcenar describe en Opus Nigrum (1968) a una camarera del siglo XVI, en una posada de Flandes dónde se hospeda Zenón. Una mujer que venía con el precio de la posada, envejeció en medio de su estructura, una cosa que parecía estar dentro de otra, un cuerpo que era parte de sus paredes. ˂˂Al llegar la noche Zenón va a su habitación y la toma˃˃.


Finalmente la compara con una cerveza rancia de bajo precio.


Silvana me susurró cuando nos abrazamos en el cambio de turno: “bisogna essere furba”. Cuando no sirvamos a la Villa, cuando seamos lentas, cuando nos enfermemos demasiado, se nos arrojará al cestino como un estraccio viejo. - ¿Qué harás cuando comiencen a salirte cabellos blancos? ¿Seguirás siendo camarera?


Yo no sabía la respuesta. Pero me gustaba mucho trabajar con Gigina. Una camarera egipcia de 53 años, que a pesar de su poco italiano sabía más trucos que ninguna otra. Gigina era mi heroína, yo la admiraba tanto, hacía las villas más lujosas del segundo piso, ella sola. Cámaras que aparecían en una conocida propaganda del spa Clarence, con las sobrinas de la princesa Diana de Gales. Gigina es la camarera más grande que conoce Roma.


Siempre estarás en mi corazón Gigina, me apena tanto no poder volverte a ver, ni trabajar contigo. Cuídate por favor. Siempre supe que eras tú la que ponía bianquería en mi carrello para que la gobernante no me trate mal.


Recuerdo un día que trabajé con Gigina desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche, sin descanso, a la luz de un tortuoso día verano. Cuando estábamos por finalizar la 101 su presión bajó...y su cuerpo se desplomó. Roma también es la ciudad de las mujeres de Dacia Maraini, que trabajan hasta morir.




.-.-.


La noche ofrece sonidos de sapos, perros negros y graznidos de cuervos” dijo alguna poetisa japonesa. Mi italiano es rústico y la gente se burla de lo recias que suenen mis palabras poco sistemadas, frases con acento marroquino: “ma che cazzo fai porca miseria”.


Aun así, podía comunicarme con todas, el idioma secreto de la complicidad, el idioma secreto de los oficios femeninos, incluso en nuestra opresión, el infierno era llevadero. Así son las camareras, unas enseñan a otras. Incluso a sobrellevar las penas.


Todas fuimos migrantes, fugitivas de la guerra de Rusia-Ucrania como Mamma Olda y Dushka, de la situación cubana, de las crisis latinoamericanas, de la pobreza en Rumanía, de la violencia de género. Habíamos creado un hogar entre las paredes del siglo I.


Las he visto reír, algunas se cortaron las manos, otras se divorciaron, otras se operaron, estábamos en pedazos y seguíamos limpiando.


Todas toman la bianquería, suben, bajan, llevan los platos al desbarco, las sábanas usadas, manchadas de todo… jeringas con heroína, cajas de Gucci, Chanel, y las recogíamos y jugábamos a ser señoras ricas.

Juegos, risas que permiten disipar el miedo, y parece que el miedo es un átomo que yace en nuestros huesos, en las partículas de polvo, en la densidad del paso, en la inhalación de los pulmones, en la vergüenza de hablar mal… qué sé yo. En volumen inestable de un cuerpo migrante que puede ser herido con facilidad.


Maltratado con facilidad.


Explotado hasta el desmayo.


Y


Al igual que el vapor en el cristal, las lágrimas se evaporan.


Con lo que me posibilita la escritura del retorno, imagino esta pequeña carta navegando el río Tíber, a los pies de la Villa Agripina, dónde me esperan todas para irnos a trabajar…


A mis amigas, mis maestras, a las migrantes del mundo rumenas, cubanas, bolivianas, filipinas, ecuatorianas… a todas las que anhelamos el retorno o un nuevo hogar, a todas las que cruzamos solas el mar, un pedazo del invencible verano que nace de este paisaje afectivo. Que lo crean las mujeres y las disidencias en un sórdido silencio, en un mundo inerte al que damos vida y alegría.


Por siempre suyo. 

Angelino.

 
 
 

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